Introducción a la terapia CAR-T

¿Y si nuestras propias defensas pudieran reprogramarse para detectar y destruir el cáncer?

 

Eso es exactamente lo que hace la terapia CAR-T, una de las revoluciones más prometedoras en oncología que ya es una realidad. Aunque se lleva utilizando pocos años y todavía se aplica a un número limitado de enfermedades, su potencial es enorme, especialmente para ciertos tipos de cánceres hematológicos como leucemias y linfomas. Y todo el proceso parece sacado de la ciencia ficción.

 

Extracción de las células T

 

La terapia CAR-T comienza con los linfocitos T, un tipo de célula defensiva del propio paciente. Mediante un procedimiento llamado aféresis, se extraen de la sangre: el paciente se conecta durante 2 o 3 horas a una máquina que “filtra” estas células, devolviendo el resto de la sangre al cuerpo, similar a una diálisis.

 

Reprogramación genética

 

En el laboratorio, los linfocitos T se modifican genéticamente para que lleven un receptor CAR (Chimeric Antigen Receptor) en su superficie. Este receptor actúa como un “radar” que detecta exclusivamente las células cancerosas y les permite atacar solo a su objetivo, como soldados entrenados que reconocen un enemigo específico.

 

Expansión y control de calidad

 

Los linfocitos modificados se cultivan y multiplican en biorreactores hasta alcanzar millones de células listas para la infusión. Se realizan estrictos controles de calidad: se comprueba que todos expresan correctamente el receptor CAR, que están activos y libres de contaminaciones.

 

Preparación del paciente y reinfusión

 

Antes de la infusión, el paciente recibe una quimioterapia ligera, que prepara el terreno: reduce la competencia de los linfocitos naturales, elimina células que podrían bloquear a los CAR-T y facilita señales de crecimiento para que se multipliquen correctamente. Después, los linfocitos reprogramados se devuelven al cuerpo, listos para atacar el tumor.

 

Monitorización y seguridad

 

Tras la infusión, el paciente se vigila muy de cerca. Los efectos secundarios más frecuentes son:

  • CRS (síndrome de liberación de citoquinas): fiebre, escalofríos, y en casos graves, hipotensión o insuficiencia de órganos.
  • ICANS (neurotoxicidad): cambios de comportamiento, confusión, afasia o convulsiones.

No todas las personas los desarrollan con la misma intensidad, y la intervención temprana puede reducir los riesgos de manera significativa. La decisión de administrar CAR-T siempre se toma tras valorar cuidadosamente beneficios y riesgos, generalmente cuando otras opciones más habituales ya se han agotado.

 

Una promesa de futuro

 

La terapia CAR-T representa un cambio de paradigma: no se trata de destruir células cancerosas con fármacos, sino de entrenar al propio sistema inmunitario para que luche de manera inteligente y específica. Cada paciente se convierte en su propio defensor, y aunque todavía hay retos que superar, los resultados actuales ya ofrecen esperanza real para muchos pacientes que antes tenían pocas opciones.